Se marcha Pep Guardiola, el tirano de la posesión.

Dani Rivera | 13:45 | viernes, 27 de abril de 2012 | 0 comentarios |



Bajo su abrigo largo, tan habitual en sus primeros años, y una sempiterna barba de tres días se escondía la única persona capaz de tiranizar Europa hasta el punto de lograr trece títulos en sus cuatro temporadas con el primer equipo del F.C. Barcelona.

Pep Guardiola tomó la posesión del banquillo local del Camp Nou en el verano de 2008, tras ascender con el Barça B a Segunda División B. Llegaba a un equipo roto, dominado por los excesos de una sombra que otrora fuese un crack, un vestuario dividido herencia de la decandencia del Barcelona de Rijkaard. Al cerebro del 'Dream Team' le tocó comenzar con la renovación. Adiós a Ronaldinho, Deco, Thuram, Zambrotta, o Edmílson, jugadores que en otra época habían liderado al todopoderoso club del holandés que 'nunca fumará solo'.

Guardiola se convirtió en un obseso de la posesión, una posesión que en cuatro años nadie le rebatió, de una presión feroz que no dejaba respirar en ningún momento al rival, reinventó el falso nueve para Messi y desde ahí el argentino acabó con los debates del mejor jugador del mundo, y, lo más importante, aun en la victoria siempre modificó las cosas que no salieron del todo bien, retocaba posiciones, nunca se estaba quieto. Nunca.

Y esa es la clave del éxito. No parar nunca de innovar, de adaptarse a las circunstancias, probar con el 3-4-3 que tantos tragos amargos le ha costado, sacarse ases de la manga como Busquets, Pedro o Thiago. En su debe, la poca afinidad con sus 'nueves', con Eto'o, Ibrahimovic y Bojan.

Ahora se marcha la reflexiva figura que recorría la banda del Camp Nou en soledad pese a las ochenta mil almas que coreaban su nombre, aunque seguro que imaginaba un final diferente, un final en Múnich alzando una merecida tercera Copa de Europa, un final victorioso, como lo ha sido toda su etapa en el F.C. Barcelona. Abandona el club de su vida porque afirma estar cansado, cansado de batallar con Mourinho y quizá colmado por el éxito, por su éxito.

Huérfanos deja a la pizarra del vestuario local del Camp Nou, a toda una afición culé que en vez de la enhorabuena le daba las gracias, a un Xavi en decadencia y a un Messi que seguro le echará mucho en falta. Y por encima de todo deja huérfano al fútbol. Sobre todo al fútbol.

Dani Rivera

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