Y volvimos a ser campeones.

Pues sí señores, y no como en el 96, sino, quién lo diría, como dos años atrás. La misma competición, jugada de manera distinta. Dos años han pasado desde aquella visita a a Lisboa que el que no debe ser nombrado solucionó con genialidad, dos años desde esos minutos finales apretados contra el Valencia que no debieron ser así, pero que has sido sumamente vengados. Dos años de esa visita a Anfield en la que pocos confiaban, y dos años de esa final en Hamburgo, llena de nervios y en la que nuestro potencial se redujo por la inexperiencia. Tan sólo dos años después, el mismo equipo, sin ningún jugador en el once de los de hace dos años (¡qué cosas!), pareció haberse apropiado de toda esas experiencias de la temporada de Forlán, y ha dominado una competición como hacía mucho que nadie lo conseguía.

Ese cambio en la confianza de un equipo, en la seriedad y confianza al afrontar partidos y eliminatorias, tiene un nombre; Diego Pablo Simeone. Con él, un equipo de liga municipal se convirtió en un rodillo europeo. Gracias a él, ocho victorias consecutivas (que sumaban once con las de Manzano) plantaron al Atleti en la final de Bucarest. Quién nos lo iba a decir por diciembre... Y allí, a 2500 km del Vicente Calderón, y en desventaja numérica en la grada respecto a los aficionados del Athletic, el Cholo ganó la  batalla al "Maestro" Bielsa, y Falcao hizo el resto. 

Poco se puede decir del partido que no se haya dicho ya, pocos adjetivos faltan por describir a Falcao, más aún tras los goles que estos últimos días deberían abrir telediarios. Pero desde aquí no puedo más que darle las gracias. Nunca un fichaje de 45 millones demostró tanto en un equipo como el nuestro, en tan poco tiempo, y haciendo lo que sabe hacer. Nunca vi tantas dudas sobre un jugador cómo las que escuché a mi vecino de localidad en el Calderón, y nunca nadie las ha saldado de esa manera. El primer gol, cómo su partido, es una maravilla técnica. Genial en los apoyos, incisivo en cada jugada, y superior a los dos centrales vascos. Y esa rosca eterna...

No quiero ser injusto y centrar mis agradecimientos en los de antes, pero necesitaba escribirlos. Hay muchos más, el partido de los centrales, del portero belga que me recuerda a mi Erasmus en su país natal, Juanfran y Adrián que de hace tiempo aquí no se si me parecen mejores futbolistas, o mejores personas, la alegría de Domínguez y Koke, o como honra la camiseta Gabi. Pero debo reconocer que lo que más me sorprendió, por las dudas que me generaba, fue el partido de Mario. Soberbio, seguro y rebosante de confianza. Desde aquí, prometo darle más cancha, porque si pudo hacer eso en una final, lo puede hacer cuando quiera.  

Para seguir creciendo hay mimbres, aunque hay dos dispuestos a cortarlos. Dios no lo quiera. Mientras tanto, disfrutemos y celebremos.

FORZA ATLETI.

@DavidMenendez14 (Quién me conoce, sabe que Simeone fue siempre un ídolo para mí, y de ahí el 14 junto a mi nombre, se lo merece.)