Cádiz. Aquí no se rinde nadie
Con esta frase desde el fondo sur del estadio Ramón de Carranza, el Cádiz iniciaba una nueva andadura para retomar su lugar dentro del fútbol profesional nacional. Muchas voces desde fuera ansiaban al filial del Real Madrid, pareciese que un oráculo se hubiese presentado interiormente a gran parte de la afición cadista. Los argumentos; la posibilidad de al ser un filial pecar de inexperiencia, el juego de estrategia del Cádiz. En mi opinión parafernalia.
Dicho esto, la ilusión era otro aspecto que en apenas días parecía haber brotado de la nada en toda la ciudad, comprensible en cierta medida. A pesar de que durante todo el transcurso de la temporada, el rumor, la contradicción, la crítica hacia el juego del conjunto amarillo siempre había estado presente, pareciese que todo esto se acababa. La euforia, el recibimiento horas antes del pitido inicial, el optimismo, la ilusión, tapaban lo que para muchos había sido una temporada gris.
Cierto es que la plantilla del Cádiz era la mejor del grupo IV de la Segunda B, que quizás por exceso de relajación no ha exprimido toda la superioridad que debiera en cuanto a juego y diferencia en la tabla clasificatoria frente a sus rivales. Pero igual de cierto es que este grupo era el menos competitivo de los cuatro y que el desarrollo de la temporada viene por los retos que se le han presentado al equipo, siendo estos excesivamente pobres.
Las pitadas no fueron extrañas en momentos en los que el juego ante rivales bastantes inferiores, no fue nada vistoso. Fue en estas actuaciones, cuando en el imaginero popular amarillo, quiso construir al malo de la película y como en la mayoría de los casos en los que ocurre esto en el mundo del deporte rey, dicho malvado no vestía de corto, ni jugaba en el terreno de juego, sino más bien vestía con chaqueta, gritaba desde la banda y en el caso concreto portaba una botella de medio litro de agua en la mano, José González, el míster.
Nadie duda, ni yo mismo, que este señor no es un técnico ofensivo, ni que su juego deslumbre por jugadas de ensueño. Posiblemente su doble pivote con dos jugadores de corte obrero-destructor como Yuste-Oscar Pérez haya sido el responsable de esa consistencia cansina y poco creativa, pero muy consistente y segura en medio campo que ha restado velocidad al balón. Ha faltado esa chispa de mediapunta desequilibrante que tanto alegra a las aficiones. Pero creo sinceramente que la gente se ha olvidado de la división y de las dificultades extradeportivas de este club.
Tras la abrumadora y abultada caída ante el Castilla en un marcador de 8 a1 en dos partidos para el filial blanco, todo lo que parecía surgir de la nada para tapar ese pesimismo contenido se definió acertadamente como una cortina de humo y una vía para duplicar las quejas ante todo y todos. La esperanza se tornó en enfado, el optimismo en desesperación y el apoyo en queja.
Hoy a tres días de la segunda eliminatoria que disputará el equipo contra el Albacete, pocos son los que ven la posibilidad de celebrar a finales de Junio, un ascenso que si no se logra este año supondría una gran dificultad para la supervivencia de un histórico como el Cádiz CF.
Es la afición la que ahora más que ayer debe de sostener el futuro de un emblema para toda una ciudad y una provincia. Aún no se ha caído, se ha tropezado y se sabe que ha sido un duro tropiezo. Pero de nada nos valen los reproches ahora, es como suspender un parcial, se queda en nada si se aprueba el último y definitivo. Esperemos que la marea amarilla, vuelva a demostrar a su equipo el apoyo que siempre le ha caracterizado, pues sin duda, esta unidad es la que podrá hacer posible que el Cádiz vuelva poco a poco al lugar del que nunca debe abandonar, la primera división.
Dicho esto, la ilusión era otro aspecto que en apenas días parecía haber brotado de la nada en toda la ciudad, comprensible en cierta medida. A pesar de que durante todo el transcurso de la temporada, el rumor, la contradicción, la crítica hacia el juego del conjunto amarillo siempre había estado presente, pareciese que todo esto se acababa. La euforia, el recibimiento horas antes del pitido inicial, el optimismo, la ilusión, tapaban lo que para muchos había sido una temporada gris.
Cierto es que la plantilla del Cádiz era la mejor del grupo IV de la Segunda B, que quizás por exceso de relajación no ha exprimido toda la superioridad que debiera en cuanto a juego y diferencia en la tabla clasificatoria frente a sus rivales. Pero igual de cierto es que este grupo era el menos competitivo de los cuatro y que el desarrollo de la temporada viene por los retos que se le han presentado al equipo, siendo estos excesivamente pobres.
Las pitadas no fueron extrañas en momentos en los que el juego ante rivales bastantes inferiores, no fue nada vistoso. Fue en estas actuaciones, cuando en el imaginero popular amarillo, quiso construir al malo de la película y como en la mayoría de los casos en los que ocurre esto en el mundo del deporte rey, dicho malvado no vestía de corto, ni jugaba en el terreno de juego, sino más bien vestía con chaqueta, gritaba desde la banda y en el caso concreto portaba una botella de medio litro de agua en la mano, José González, el míster.
Nadie duda, ni yo mismo, que este señor no es un técnico ofensivo, ni que su juego deslumbre por jugadas de ensueño. Posiblemente su doble pivote con dos jugadores de corte obrero-destructor como Yuste-Oscar Pérez haya sido el responsable de esa consistencia cansina y poco creativa, pero muy consistente y segura en medio campo que ha restado velocidad al balón. Ha faltado esa chispa de mediapunta desequilibrante que tanto alegra a las aficiones. Pero creo sinceramente que la gente se ha olvidado de la división y de las dificultades extradeportivas de este club.
Tras la abrumadora y abultada caída ante el Castilla en un marcador de 8 a1 en dos partidos para el filial blanco, todo lo que parecía surgir de la nada para tapar ese pesimismo contenido se definió acertadamente como una cortina de humo y una vía para duplicar las quejas ante todo y todos. La esperanza se tornó en enfado, el optimismo en desesperación y el apoyo en queja.
Hoy a tres días de la segunda eliminatoria que disputará el equipo contra el Albacete, pocos son los que ven la posibilidad de celebrar a finales de Junio, un ascenso que si no se logra este año supondría una gran dificultad para la supervivencia de un histórico como el Cádiz CF.
Es la afición la que ahora más que ayer debe de sostener el futuro de un emblema para toda una ciudad y una provincia. Aún no se ha caído, se ha tropezado y se sabe que ha sido un duro tropiezo. Pero de nada nos valen los reproches ahora, es como suspender un parcial, se queda en nada si se aprueba el último y definitivo. Esperemos que la marea amarilla, vuelva a demostrar a su equipo el apoyo que siempre le ha caracterizado, pues sin duda, esta unidad es la que podrá hacer posible que el Cádiz vuelva poco a poco al lugar del que nunca debe abandonar, la primera división.
Marco Beato
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