España; de héroes a "millanos"

El Fútbol Es Nuestro | 10:08 | lunes, 30 de julio de 2012 | 0 comentarios |



Ficha técnica


Alineaciones:

España: De Gea; Montoya, Botía, Domínguez, Jordi Alba; Javi Martínez (Tello, min. Ochenta y cinco), Coke (Ander Herrera, min. Cuarenta y seis); Isco (Rodrigo, min. Sesenta y siete), Muniain, Mata y Adrián.

Honduras: Mendoza; A. Peralta, Velásquez, Leveron, Figueroa; Najar (Mejía, min. Cincuenta y siete), Garrido, Espinoza (O. Peralta, min. Setenta y dos), Crisanto; Mario Martínez y Bengtson (Lozano, min. Ochenta y uno).

Árbitro: Juan Soto Arébalo, de Venezuela. Amonestó a los españoles Javi Martínez, Montoya, Mariño, Tello, Muniain, Mata y Botía, y a los hondureños Espinoza, A. Peralta, Mendoza, Garrido, Leveron y Mejía. Dejó de señalizar dos claros penaltis a favor de España en la segunda mitad.

En La Rojita, Alberto Botía entraba en el lugar del sancionado Íñigo Martínez, y Muniain, una vez recuperado de sus molestias, reemplazaba a Rodrigo. En Honduras, lógica vuelta de Crisalto al lateral derecho tras cumplir su partido de sanción ante Marruecos, reubicándose Arnold Peralta en su puesto natural de mediocentro.

Incidencias: Partido disputado en el estadio St. James’s Park de Newcastle, correspondiente a la segunda jornada del grupo D de la fase de liguilla del torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

No pudo ser. La selección española ha quedado apeada de los Juegos, y lo ha hecho de la manera más triste e inesperada. Tras el batacazo sufrido en el primer partido del campeonato ante Japón, los hombres de Luis Milla se trasladaban a Newcastle con la misión de no fallar. Un segundo traspié daría al traste con todas las opciones de luchar por las medallas en una de las modalidades en las que, teóricamente, las preseas estaban más al alcance. Pero La Roja cayó con estrépito ante un rival de mucha menor entidad, demostrando no estar a la altura de las exigencias competitivas de un campeonato olímpico, emborronando de paso la imagen futbolística de un país que se ha proclamado campeón de Europa absoluto en dos ocasiones y ha conquistado un Mundial en los últimos cuatro años, algo inédito en la historia.

La primera media hora de encuentro por parte de España fue todo un ejemplo de lo que no se debe hacer después de perder el primer partido. Los nuestros salieron a especular, parsimoniosos, aletargados, quizá timoratos al vislumbrar la sombra de la eliminación, impensable antes de comenzar el torneo; tal vez confiados en su superioridad frente a un rival centroamericano que se antojaba como la cenicienta del grupo, pero que se ha aupado momentáneamente al segundo puesto del mismo por méritos propios. Lo cierto es que apenas habían transcurrido siete minutos cuando Espinoza, el habilidoso extremo izquierdo hondureño, protagonizaba una internada por la banda que culminaba con un centro al segundo palo, en donde Bengtson, anticipándose a Jordi Alba, cabeceaba a la red el gol que comenzaba a cimentar la sorpresa. Los primeros treinta minutos transcurrieron con una España que se debatía en un desesperante quiero y no puedo, y una selección hondureña que se pellizcaba para comprobar si estaba viviendo el sueño de sus noches más dulces. Pero no, lo que estaba sucediendo era la más cruda realidad para los nuestros, y ésta reflejaba a una escuadra catracha que aprovechaba las constantes imprecisiones con el balón del equipo español para montar contraataques a los que no les faltó mucho para suponer el hundimiento definitivo de la sub-23 de Luis Milla.

Parecía que España se entonaba en la recta final de la primera mitad, con sendos disparos de Juan Mata, uno de ellos a centro desde la derecha del barcelonista Martín Montoya, que salían ligeramente desviados de la portería defendida por Mendoza. Aun así, el gol se resistía. Cuando el colegiado indicó el final de los primeros cuarenta y cinco minutos, se produjo una tangana fruto del nerviosismo de los futbolistas españoles, que acusaban a los jugadores rivales de perder tiempo reiteradamente fingiendo lesiones inexistentes.

En la reanudación, Milla introdujo a Ander Herrera de inicio en detrimento de Coke. España lo notó y, con más corazón que cabeza, la Rojita lo intentaba en pos del gol de la igualada. Eso sí, Honduras dispuso de una clarísima ocasión para hacer el segundo gol, pero el testarazo de Espinoza se topaba con el palo de la meta de De Gea. Un centro de Mata dio origen al primero de los tres lanzamientos a la madera por parte de nuestra selección. Adrián, el ariete asturiano del Atlético de Madrid, cabeceaba al larguero el esférico en el minuto cincuenta y cinco. Minutos más tarde, Muniain, de jugada personal, volvió a ver cómo su remate se estrellaba en el palo de la portería de Mendoza. Pero aún quedaba por llegar la ocasión más flagrante. Mata le servía desde la izquierda un centro medido a la cabeza de Rodrigo, que había ingresado en el terreno de juego en sustitución de Isco. El jugador del Benfica, con todo el tiempo del mundo para acomodarse la pelota y marcar a placer el tanto del empate, optó por rematar de primeras el balón que le llegaba desde la banda, pero de nuevo el larguero se interpuso en el camino español. Era evidente que la fortuna no iba a sonreír a los nuestros en ese partido, lo que se volvió a evidenciar cuando, poco después, el colegiado venezolano no señalizaba un agarrón a Adrián en el área hondureña. Ya en los últimos minutos, el portero Mendoza se lucía con una parada espectacular tras cabezazo de Rodrigo. El cancerbero fue el futbolista más determinante del partido, el hombre en el que se secaron todas las ocasiones de una España que sólo rindió a un nivel aceptable durante la última media hora de encuentro. A falta de tres minutos para la conclusión del choque, un manifiesto agarrón a Rodrigo en área oponente desataba las encendidas iras en cuantos españoles presenciaron la escena. Algunos vieron en el colegiado venezolano a un familiar futbolístico del egipcio Al Ghandour, que anuló dos goles legales a España en el partido de Cuartos de final del Mundial de Corea y Japón 2002.

Sea como fuere, los nuestros se vuelven a casa con las manos vacías, y no podemos atribuir únicamente a la actuación arbitral dicho fracaso. Si bien es cierto que perjudicó a España en dos jugadas puntuales, no lo es menos que Alberto Botía debió ser expulsado en la acción inmediatamente posterior al penalti no pitado a Rodrigo, cuando cortó mediante falta una contra que tenía todos los visos de concluir con el segundo gol hondureño.

Analizando línea por línea, el guardameta De Gea no tuvo ninguna responsabilidad en la derrota de hoy, pues atajó varios remates peligrosos en la primera mitad y no tuvo culpa alguna en el gol. La defensa se mostró dubitativa; sólo Martín Montoya protagonizó incisivas cabalgadas por banda durante la primera mitad. El centro del campo fue inexistente hasta la entrada de Ander Herrera que, junto a Mata, fue el mejor jugador español, pero Koke e Isco no rindieron al nivel esperado. En la delantera, tanto Adrián como Rodrigo fallaron goles a raudales, bien por su desatino de cara a portería, bien por acierto del guardameta Mendoza. En definitiva, demasiadas similitudes negativas con respecto al primer partido contra Japón.

Capítulo aparte merece la actuación del seleccionador Luis Milla. Siempre realizaba tarde, o incluso no llevaba a la práctica, las decisiones que la afición demandaba a gritos. Buenos ejemplos son la no inclusión de Ander Herrera en el once titular, o la sustitución de Javi Martínez por Tello, cuando un hombre alto como el futbolista del Athletic podía constituir el único resorte pensando en rematar de cabeza los desesperados centros que se produjesen en los últimos minutos, y Martín Montoya no tenía ninguna trascendencia en las acciones más peligrosas de la segunda parte.

La otra cara de la moneda la reflejan los hondureños, incrédulos ante la perspectiva de llegar a la última jornada con muchas posibilidades de acceder a Cuartos, tras haber hecho honor al nombre de su nación hundiendo a los españoles. El sueño catracho continúa y no seremos nosotros quienes le quitemos un ápice de valor a lo que ha logrado una selección humilde, deseosa de reportar alegrías a un país que no puede presumir de su prosperidad, precisamente.

En cuanto a los nuestros, reflejan el contraste de lo acontecido hace apenas dos semanas, con el triunfo de la sub-19. Si nos tomamos con resignación y una dosis de humor la eliminación de España, podríamos decir, en apenas quince días, que los jugadores españoles han pasado de héroes a “millanos”.


Miguel Fernández Páez.
Twitter: @miguelitomiente

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