Casi orgásmico

Dani Rivera | 12:26 | miércoles, 10 de abril de 2013 | 0 comentarios |


​Imposible no adorarlo, de locos intentar comprenderlo. Ya le ocurrió entonces y volvió para romperle de nuevo. Siete años desde la noche más inspirada de Lehman, siete años desde aquel penalti que difuminó de la escena al mejor metrónomo de la Sudamérica reciente y siete años en los que el tiempo ha sido el mejor pegamento para reconstruir la herida. Tan sólo eso, tiempo.

​Del cálido abrazo de Vilareal al fuerte bramido de la Alemania de las posibilidades, de los sueños y de las falsas esperanzas. Allí, me atrevo a creer que nada brilla tanto como se nos quiere hacer ver a este lado de la orilla. De becerros de oro está la historia llena. De segundos que se perpetúan por días, también.

En el fútbol como en la vida, siempre me pareció más divertido y doctrinal aquello que ofrece el lado "débil" del envite. Así, como un día me puse la azulona del Getafe ante el Bayern, rugí cual león en Old Trafford, me emocioné con aquel Sevilla que en Monaco borró al Milan...no hace falta decir que anoche fui de los que me cagué en los derechos de TVE y en el cainismo de las dos Españas. Qué bonito es todo cuando quieres encontrar matices.

​Me fui al bar de Ramón. Allí estaba sentado detrás de la barra con el causante sopor derivado por aquello de que el partido en abierto fuera el del Real Madrid.

​<<¿Ramón, ponme el Málaga, no?>>
​<<No me jodas. Juega el Mourinho>> Me argumentó.

​Al entrañable personaje que vive por y para ese local, no le gusta el fútbol, pero sí la gente y ante mis ruegos y estoy seguro que por tener algo de conversación, accedió. Nos fuimos a Alemania con dos rubias bien frías. A los diez minutos, Ramón era mas del Málaga que el jeque. Ya saben, por eso de identificarse con el más sufridor y si alguien sabe de padecer, ese es aquel camarero que miraba a la televisión como un niño expectante lo hace a la ventana la noche de un cinco de enero.

​Nos olvidamos de todo cuando las semifinales estaban más cerca. Creí por instantes que a mí compañero de partido llegó, por momentos, a gustarle el fútbol, pues vivía cada acción como suya, cada gol lo cantaba hasta desgañitarse, cada lágrima era de verdad.

​<<Nos vamos a Málaga a ver el Madrid>> Me dijo
​<<No sé si el Real, Ramón, pero nos vamos>> Le contesté mientras apuraba el trago.

El final ya lo saben. Las maletas tendrán que esperar, el tiempo seguirá estando obligado a cicatrizar y todo, durante noventa minutos, quedará exento de cualquier lógica con la que se intente explicar el transcurrir de los acontecimientos. Hoy, igual que ayer, anoche como entonces fue hace siete años, este deporte nos golpea a los perdedores con otra dolorosa lección de irracionalidad.

​<<Hasta otra Ramón y gracias por poner el Málaga>>
​<<Gracias a ti. Me lo he pasado en grande. Ha sido casi orgásmico>>

​Cerré la puerta y un soplo de aire frío me sacó la sugestión del pecho. Dentro se quedaba un sufridor de los de verdad. Desde ayer estoy seguro que es un malaguista más y yo, sinceramente, doy las gracias a TVE.

Fernando Sosa
@fernandosb9

Imagen: RTVE.es

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