El Zaragoza quiere, pero no puede...

El Fútbol Es Nuestro | 11:06 | domingo, 12 de agosto de 2012 | 0 comentarios |




Alborotado, tenso e irritante fue el partido que se disputó anoche en la Romareda en el Trofeo Ciudad de Zaragoza-Memorial Carlos Lapetra entre el Real Zaragoza y el RCD Espanyol. Lo que se trataba de un amistoso, en verano, con buena temperatura y entre amigos, al final pasó a ser algo parecido a un partido de Liga en el que un árbitro busca el protagonismo. Bastó media hora para que el árbitro del colegio aragonés, Carlos Clos Gómez, pasara de ser colegiado a actor protagonista de la película. En el minuto 31 de la primera parte ya había subido el marcador hasta en dos ocasiones, pero como Clos no baja la bandera ni en verano, esos dos tantos logrados por Apoño el primero, y Verdú el segundo, ambos de penalti, llevaban un color inscrito: el rojo. Rojo de tarjeta, de esas que saca Clos de vez en cuando. Y es que en vez de señalar pena máxima para ambos bandos y todos contentos con el 1-1 y vuelta a empezar, parecía que a Clos le sobraba gente en lo que debería haber sido una pachanga entre amigos en el campo, y familias en la grada. Amargó el debut de Loovens en la Romareda, que duró 31minutos en el campo tras cometer el penalti sobre Albín. He hizo lo propio con Manolo Jiménez, aclamado constantemente por su gente. Mandó al técnico a la grada y complicó un partido que aparentemente debía haber sido más sencillo.

Un partido marcado por el aburrimiento y el poco fútbol. Comenzaban los detalles técnicos de la mano de Verdú y Zuculini en la primera parte, pero poco más. Los primeros 45 minutos acabaron con un Apoño desbocado dándose cita con Héctor Moreno tras el partido. Afortunadamente no fue a más y reinó la calma. La segunda parte no mejoró la primera. De nuevo, ¡las expulsiones!. Clos Gómez no quería enfurruñar a la Romareda, y equilibró la balanza echando a Víctor Sánchez a los diez minutos del comienzo de la segunda parte, y unos instantes después, hacer lo mismo con Tejera, que tan solo llevaba tres minutos en el campo. Increíble, pero cierto. Y era un amistoso. El partido, mermado en efectivos, dejaba un titular claro: ambos querían pero no podían. Dominó el Real Zaragoza. En frente, una defensa férrea sin fisuras e inexpugnable del Espanyol de Pochettino. Apenas se pudo gozar de ocasiones claras de gol en la Romareda: un tiro lejano de Wakaso con gran estirada de Roberto, un intento de gol desde el centro del campo de Helder Postiga y un tímido chut de Obradovic desde el pico izquierdo del área. Ocasiones que no fructificaban, nervios que se acumulaban, y un Manolo Jiménez inquietante desde la grada. El partido, ya en sus últimos compases, mejoró con la salida de Aranda. El malagueño protege el balón como los ángeles, y eso el equipo lo nota. Descargó a un Apoño que se enroló en el centro del campo como único jefe, y es en ese momento en el que el Real Zaragoza se hace dueño del partido. Posesiones largas, pero que no inquietaron el marco defendido por Kiko Casilla. La gran ocasión llegaría de las botas del mismo Aranda, quién solo ante el portero perico hizo lo más difícil: tirar el balón por encima del larguero cuando solo tenía que empujarlo cómodamente. Falló, se lamentó, pero la Romareda se lo reconoció con un efusivo aplauso. Y hasta el minuto 90 la temática del partido continuó. Los equipos pedían el pitido final para jugarse el Trofeo en la tanda de penaltis. Y era el turno de los chavales, esos canteranos en los que Manolo Jiménez tiene depositadas muchas esperanzas: los Víctor Rodríguez, Goni y cia tendrían la oportunidad de sentirse héroes por una noche lanzando una pena máxima. Y fue el mismo Goni quien con un lanzamiento suave y colocado, dio el 25º Trofeo Ciudad de Zaragoza al conjunto maño.

Y así la Romareda apagó las luces. Por una parte feliz por el triunfo conseguido, pero por otra algo dubitativa por la escasez de gol y de ocasiones. Veremos si esa falta de gol se anula la semana que viene frente al Valladolid, en el primer partido de la Liga BBVA.



Jorge Bados
@jorgebados

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